Page 382 - El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha
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hablando sentencias y dando consejos a cada paso, y no agora, contando los mayores
disparates que pueden imaginarse.
-Como te conozco, Sancho -respondió don Quijote-, no hago caso de tus palabras.
-Ni yo tampoco de las de vuestra merced -replicó Sancho-, siquiera me hiera, siquiera me mate
por las que le he dicho, o por las que le pienso decir si en las suyas no se corrige y enmienda.
Pero dígame vuestra merced, ahora que estamos en paz: ¿cómo o en qué conoció a la señora
nuestra ama? Y si la habló, ¿qué dijo y qué le respondió?
-Conocíla -respondió don Quijote- en que trae los mismos vestidos que traía cuando tú me le
mostraste. Habléla, pero no me respondió palabra; antes, me volvió las espaldas, y se fue
huyendo con tanta priesa, que no la alcanzara una jara. Quise seguirla, y lo hiciera, si no me
aconsejara Montesinos que no me cansase en ello, porque sería en balde, y más porque se
llegaba la hora donde me convenía volver a salir de la sima. Díjome asimismo que, andando el
tiempo, se me daría aviso cómo habían de ser desencantados él, y Belerma, y Durandarte, con
todos los que allí estaban; pero lo que más pena me dio de las que allí vi y noté, fue que
estándome diciendo Montesinos estas razones, se llegó a mí por un lado, sin que yo la viese
venir, una de las dos compañeras de la sin ventura Dulcinea, y llenos los ojos de lágrimas, con
turbada y baja voz, me dijo: «-Mi señora Dulcinea del Toboso besa a vuestra merced las
manos, y suplica a vuestra merced se la haga de hacerla saber cómo está; y que, por estar en
una gran necesidad, asimismo suplica a vuestra merced cuan encarecidamente puede sea
servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo, de cotonía nuevo, media docena de
reales, o los que vuestra merced tuviere; que ella da su palabra de volvérselos con mucha
brevedad.» Suspendióme y admiróme el tal recado, y volviéndome al señor Montesinos, le
pregunté: «-¿Es posible, señor Montesinos, que los encantados principales padecen
necesidad?» A lo que él me respondió: «-Créame vuestra merced, señor don Quijote de la
Mancha, que ésta que llaman necesidad adondequiera se usa, y por todo se extiende, y a
todos alcanza, y aun hasta los encantados no perdona; y pues la señora Dulcinea del Toboso
envía a pedir esos seis reales, y la prenda es buena, según parece, no hay sino dárselos; que,
sin duda, debe de estar puesta en algún grande aprieto.» «-Prenda, no la tomaré yo -le
respondí-, ni menos le daré lo que pide, porque no tengo sino solos cuatro reales.» Los cuales
le di (que fueron los que tú, Sancho, me diste el otro día para dar limosna a los pobres que
topase por los caminos), y le dije: «-Decid, amiga mía, a vuesa señora que a mí me pesa en el
alma de sus trabajos, y que quisiera ser un Fúcar para remediarlos; y que le hago saber que yo
no puedo ni debo tener salud careciendo de su agradable vista y discreta conversación, y que
le suplico cuan encarecidamente puedo sea servida su merced de dejarse ver y tratar deste su
cautivo servidor y asendereado caballero. Diréisle también que cuando menos se lo piense oirá
decir como yo he hecho un juramento y voto, a modo de aquel que hizo el Marqués de Mantua
de vengar a su sobrino Baldovinos, cuando le halló para expirar en mitad de la montiña, que
fue de no comer pan a manteles, con las otras zarandajas que allí añadió, hasta vengarle; y así
le haré yo de no sosegar, y de andar las siete partidas del mundo, con más puntualidad que las
anduvo el infante don Pedro de Portugal, hasta desencantarla.» «-Todo eso, y más, debe
vuestra merced a mi señora» - me respondió la doncella. Y tomando los cuatro reales, en lugar
de hacerme una reverencia, hizo una cabriola, que se levantó dos varas de medir en el aire.
-¡Oh santo Dios! -dijo a este tiempo dando una gran voz Sancho-. ¿Es posible que tal hay en el
mundo y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado
el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor, por quien Dios es
que vuesa merced mire por sí, y vuelva por su honra, y no dé crédito a esas vaciedades que le
tienen menguado y descabalado el sentido!
-Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera -dijo don Quijote-; y como no estás
experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te
parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de
las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite
réplica ni disputa.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra Página 382

