Page 10 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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incluso a través del velo las líneas de su nariz y su mandí‐
bula eran excesivamente pronunciadas.
Hizo una inclinación de cabeza.
–«Y así te has acercado a nosotros, que a tu llegada hemos
vuelto al hogar –cantó melodiosamente–, como pájaros a
su nido sobre un árbol»
Ella se detuvo, inmóvil como su propia estatua en el gran
salón de abajo.
–«Guárdanos de la loba y del lobo, y guárdanos del la‐
drón, oh Noche, para que así nuestro tránsito sea bueno»
Ella adelantó lentamente un brazo y apoyó su mano sobre
la cabeza de el.
–Tienes mi bendición, pequeño –dijo al cabo de un mo‐
mento– desgraciadamente, eso es todo lo que te puedo dar.
No ofrezco protección ni proporciono belleza, pues yo
misma carezco de estos lujos ¿Como te llamas?
–Tak –dijo el mono.
Ella se llevó una mano a la frente.
–Una vez conocí a un Tak –dijo–, en un tiempo muy le‐
jano, en un lugar distante.
–Yo soy ese Tak, señora.
Ella se sentó en el alféizar. Al cabo de un momento él se
dio cuenta de que estaba llorando tras su velo.
–No llores, diosa Tak está aquí. ¿Recuerdas a Tak, de los
Archivos? ¿El de la Brillante Lanza? Sigue estando dis‐
puesto a hacer lo que tú desees.
–Tak... –dijo ella–. ¡Oh, Tak! ¿Tú también? ¡No lo sabía!
Nunca oí...
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