Page 570 - Hijos del dios binario - David B Gil
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era conciencia pura e infinita. Rotos los grilletes de
la carne y de las tribulaciones humanas, no cabía
expresión máxima de libertad. Era tan fácil
perderse allí dentro, dejarse arrastrar por el reflujo
de la marea. Pero se obligó a concentrarse; se había
entrenado para superar la arrebatadora euforia
inicial, para evitar convertirse en un alma a la
deriva en el mar de la información, como le
sucediera a tantos que se habían atrevido a cruzar
el umbral sin la disciplina necesaria.
A su alrededor veía girar los nodos de
comunicación como constelaciones reflejadas en
aguas de un azul profundo. Aquella era la forma
correcta de traducir el código, o al menos lo era
para él, sumergido en un océano nocturno que se
confundía con un firmamento carente de horizonte.
Porque allí no había líneas delimitadoras, podía
proyectar su conciencia hasta donde su
imaginación y su fuerza de voluntad le
permitieran. En su mente tenía grabado a fuego su
destino. Aquello que al otro lado no era más que
una sucesión de números carentes de espíritu, allí
dentro era una brújula que marcaba el norte con
claridad. Los apéndices de su percepción se
hundieron en una inmensa nebulosa de palpitante
interconexión, quizás Turín, quizás París, y tiraron
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