Page 73 - Interviu N 2044 - 29 Junio 2015
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Hombres, modo de empleo

  ViejoTeresa

Las habitaciones rojas

Tengo solo treinta y seis años y en mis                          A pesar de no llevar equipaje diré que los
últimos años he encadenado la friolera de                       clientes son generosos, más a la salida que
cuarenta contratos; algunos de un par de                        a la llegada. Normal, las urgencias son ma-
meses y otros de un par de días. Esto se ha                     las pagadoras y poco detallistas, deduzco.
convertido en una condena, en un sinvivir                       ¿Debería tener remordimientos por traba-
a la espera de una llamada de superviven-                       jar en un establecimiento para encuentros
cia que estire tu agonía. Por eso encontrar                     sexuales clandestinos? Mi respuesta es que
un trabajo para todo el verano me parece                        a la nevera de mi cocina no se le pueden
cobrar la lotería de Navidad por anticipado.                    plantear problemas éticos porque solo en-
                                                                tiende de adjetivos: llena o vacía.
  Mientras sacudo las perneras del unifor-
me de botones me digo que no está mal mi                         No posee muchas habitaciones el hotel:
nuevo empleo. El hotel se sitúa en un ba-                       diez en cada una de las plantas –tiene cua-
rrio poco céntrico aunque cuenta con un                         tro– y, en el ático, media docena más, a las
trasiego de huéspedes como                                      que se conoce como las habitaciones rojas.
para especular que el negocio                                   Supondrán mis ganas de echar una ojeada
no peligra.                                                     a alguna, porque me las imagino repletas
                                                                de objetos sadomaso y camas redondas. Las
  –¿Quién suele venir aquí? –                                   sombras de Grey en versión cañí.
pregunté al conserje en jefe.
                                                                Pasados mis primeros tiempos de encaje
  El tipo me soltó un pre-                                      en ese espacio adúltero me he empezado a
gunta retórica: “¿Usted
qué cree?”. “Gente de ne-                                          obsesionar con los cuartos; en principio
gocios de paso, pero está                                            por su halo de leyenda y luego porque
un poco apartado de la                                                he observado que a ellos acuden mu-
estación y del aeropuer-                                              jeres solas. Rara ha sido la ocasión en
to. ¿No le parece?”, respondí.                                          que las solicitara un hombre. Sospe-
                                                                           cho la presencia de gigolós dentro
 –¿Está aquí para elucubrar o para                                           y no he parado hasta tomar una
acarrear maletas?                                                              llave maestra y colarme, lo que
                                                                               ha sucedido hoy.
No contesté. Sin embargo, mis vacilacio-                                         Se denominan rojas porque
nes se fundaban también en eso: allí nadie                                    todo es de ese color: las corti-
lleva equipaje, a lo sumo un maletín de ma-                                 nas, la colcha, las paredes entela-
no. Tampoco he detectado la presencia de                                  das, pero a la moqueta la cubrían
familias con niños, ni el registro de grupos                            tantos clínex arrugados que parecía
que desembarquen los viernes para em-                                 haber nevado sobre ella. La pantalla de
plear el fin de semana en visitas turísticas.
En cambio, el flujo de clientes se dispara los                    plasma estaba encendida y apenas mirar-
lunes; lo entendí enseguida al cruzar el hall                   la he reconocido una escena de Los puentes
junto a unas mujeres vestidas de ejecutivas                     de Madison. Al instante siguiente me han
y a esos hombres que se desanudan la cor-                       desgarrado unos lloros surgidos del cuarto
bata esperando al ascensor.                                     de baño. Pertenecían a una de las chicas de
                                                                la limpieza.
¿Debería tener remordimientos por
trabajar en un establecimiento para                              “¿Qué te pasa?”, he interrogado, y ella, mo-
encuentros sexuales clandestinos?                               queando, me ha confesado que siempre le
A la nevera de mi cocina no se le                               sucedía al entrar, que terminaba llorando
pueden plantear problemas éticos                                como las clientas. Sobre el espejo he descu-
                                                                bierto un cuadro que explica: “Habitación
                                  Ilustración fernando vicente  del llanto. Llorar te hace libre”.

                                                                                       29/6/2015 interviu.es 73
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