Page 28 - iIndependencia 1849-1856.
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28	 Wenceslao Vega B.

gobernadores hispanos que dirigieron la colonia durante ese cor-
to período lo señalaron así en sus reportes y memorias:

                 La anexión no fue obra nacional; fue obra de un partido que
            dominó por el terror y que, temeroso de su porvenir, negoció con
            ventajas exclusivamente suyas. El pueblo ni deseó ni quiso ser
            regido por su antigua metrópoli (Gobernador Ribero-1863). El
            gobierno de Santana impuso a los dominicanos la anexión por la
            fuerza (Gobernador La Gándara, 1864).1

    El hecho de que a pocos meses de la anexión, se iniciaran los
repudios entre muchos dominicanos y que la lucha restauradora
se iniciara también muy pronto, culminando con un guerra gene-
ral, evidencian que esa anexión no fue un proyecto nacional ni
de los grupos políticos ni del pueblo. Muchos autores han consi-
derado la guerra restauradora como una «guerra popular» y en
realidad ella unió a los dominicanos en un gran esfuerzo común
que logró que a los cuatro años de la anexión, España tuviera
que reconocer el error de la misma y abandonó el país, no sin
antes sufrir cuantiosas bajas en su ejército y un considerable costo
económico, por no decir fracaso político y pérdida de prestigio.
Por lo tanto, podemos arriesgarnos a considerar que la anexión a
España con la que culmina la «Primera República» fue un hecho
atípico que no desmiente la hipótesis planteada.

    De todos modos, la hipótesis que estamos formulando, impli-
ca la conjunción de los factores citados, y pensamos que todos
fueron de tal importancia, que sin uno de ellos, no se hubiera
logrado mantener la independencia dominicana.

    Veremos a través del presente trabajo cómo las autoridades
dominicanas, cada vez que se anunciaba una invasión de los
ejércitos de Haití, acudían prestos a los cónsules extranjeros en
busca de ayuda y protección. A veces lo que se buscaba era apoyo

1	 José de la Gándara, Anexión y Guerra de Santo Domingo, tomo I, p. 194;
   tomo II, p. 154.
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