Page 14 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Así los llamo yo. Son unos treinta menonitas con


              el mal de la sangre que llegó después de la gripe.


              Es  como  la  peste,  pero  de  evolución  más  lenta.


              Algo  parecido  al  sida,  creo,  quizá  más


              contagioso.  Los  críos  ya  nacieron  con  ese  mal,


              que los vuelve débiles y enfermizos, y todos los


              años mueren unos cuantos.




                     Tenemos el perímetro. Pero ¿y si alguien se


              escondiese? En las antiguas granjas. En el monte



              bajo. En los sauces al borde de un arroyo. O en


              los  riachuelos  con  márgenes  escarpadas.  Me  lo


              preguntó  una  vez:  ¿cómo  lo  sabes?  ¿Cómo


              puedes saber que no hay nadie dentro de nuestro


              perímetro, en todo ese campo abierto, escondido,


              esperando para atacarnos? Pero el caso es que


              veo  muy  bien  el  terreno.  No  como  si  fuera  la



              palma de mi mano, no es tan sencillo, más bien


              como un libro que hubiera leído y releído un sinfín


              de veces, como algunos antes se sabían la Biblia.


              Me  daría  cuenta.  Una  frase  cambiada  de  sitio.


              Una  laguna.  Dos  puntos  donde  debería  haber


              uno. Me doy cuenta.




                     Me doy cuenta, creo. Si muero —sobra el si—


              será  en  uno  de  esos  viajes  a  las  montañas.


              Cruzando  el  campo  abierto  con  el  trineo  lleno.






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