Page 255 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—No se atreverán. Esperarán a que estemos solos.
Únicamente entonces podrán meternos en la
Máquina del Tiempo.
—Hay una solución entonces —dijo Susan—. No
estemos nunca solos. Mezclémonos con la gente.
Podemos hacer un millón de amigos, visitar los
mercados, dormir en las municipalidades de todos
los pueblos, pagar a la policía para que nos proteja
hasta que descubramos un modo de matar a
Simms. Nos disfrazaremos con ropa nueva, como
mejicanos por ejemplo.
Se oyó el ruido de unos pasos.
Apagaron la luz y se desvistieron en silencio. Los
pasos se alejaron. Una puerta se cerró.
Susan se detuvo junto a la ventana y miró la plaza
sombría.
—Así que ese edificio es una iglesia.
—Sí.
—Siempre me pregunté cómo sería una iglesia.
Nadie ha visto ninguna desde hace tanto tiempo.
¿Podemos visitarla mañana?
—Pues claro. Ven a acostarte.
Descansaron envueltos por las sombras del cuarto.
Una hora y media más tarde sonó el teléfono. Susan
levantó el receptor.
—¿Hola?
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