Page 36 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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Los leones se mantenían al borde del claro
observando a los dos hombres.
—Ahora estoy sintiendo que me persiguen —dijo
McClean—. Salgamos de aquí. Nunca me gustaron
estas malditas habitaciones. Me ponen nervioso.
—Los leones no son reales, ¿verdad? —dijo George
Hadley—. Supongo que no habrá ningún modo
de…
—¿De qué?
—… ¡De que se vuelvan reales!
—No, que yo sepa.
—¿Algún fallo en la maquinaria, una avería o algo?
—No.
Se dirigieron a la puerta.
—No creo que a la habitación le guste que la
desconecten —dijo el padre.
—A nadie le gusta morir… Ni siquiera a una
habitación.
—Me pregunto si me odia por querer
desconectarla.
—La paranoia abunda por aquí hoy —dijo David
McClean—. Puedes utilizar esto como pista. Mira
—se agachó y recogió un pañuelo de cuello
ensangrentado—. ¿Es tuyo?
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