Page 391 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—Dámela.
María se la dio.
—Los matarás.
—No, no.
—Sí, los matarás. Lo sé.
—¿No vienes conmigo?
—Me quedaré aquí.
—Ya entenderás, vas a ver —dijo Bodoni, y se alejó
sonriendo. Abrió la puerta del desván—. Vamos,
chicos. Seguid a vuestro padre.
—¡Adiós, adiós, mamá!
María se quedó mirándolos desde la ventana de la
cocina, erguida y silenciosa. Ante la puerta del
cohete, Bodoni dijo:
—Niños, vamos a faltar una semana. Vosotros
tenéis que volver al colegio, y yo a mi trabajo. —
Tomó las manos de todos los chicos, una a una—.
Oíd. Este cohete es muy viejo y no volverá a volar.
Y vosotros no podréis repetir el viaje. Abrid bien los
ojos.
—Sí, papá.
—Escuchad con atención. Oled los olores del
cohete. Sentid. Recordad. Así, al volver, podréis
hablar de esto durante todas vuestras vidas.
—Sí, papá.
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