Page 396 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 396

EPÍLOGO



           ERA casi medianoche. La luna estaba alta en el cielo. El


           hombre ilustrado no se movía. Yo había visto lo que había


           que  ver.  Los  cuentos  habían  sido  contados.  Habían

           concluido.



           Sólo quedaba ese espacio vacío en la espalda del


           hombre  ilustrado,  esa  área  de  formas  y  colores


           borrosos. Y de pronto, mientras la estaba mirando,


           la  vaga  mancha  roja  comenzó  a  animarse.  Una

           forma cambió, disolviéndose lentamente en otra, y


           luego en otra. Y al fin apareció una cara, una cara


           que me miró desde la carne cubierta de colores, una

           cara con una nariz y una boca familiares, y unos


           ojos familiares.



            Fue  algo  confuso.  Vi  sólo  lo  bastante como  para


            levantarme de un salto. Allí me quedé, a la luz de


            la  luna,  temiendo  que  el  aire  o  las  estrellas

            pudieran moverse y despertaran a ese monstruoso


            museo  que  yacía  a  mis  pies.  Pero  el  hombre


            ilustrado dormía pacíficamente.



           En ese cuadro de la espalda, el hombre ilustrado me

           apretaba  el  cuello  con  las  manos,  tratando  de


           ahogarme. No esperé a que las imágenes se hicieran


           precisas y claras.



           Corrí camino abajo a la luz de la luna. No miré hacia


           atrás. Un pueblecito se extendía ante mí, oscuro y

           dormido.  Yo  sabía  que,  mucho  antes  que


           amaneciese, no llegaría a ese pueblo…





                                                                                                          395
   391   392   393   394   395   396   397