Page 9 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         respecto, cabe tener en cuenta que desde la antigüedad la

         concepción del arte occidental ha estado dominada por el


         concepto aristotélico de «mímesis» (es decir, la idea de que

         el arte es una imitación de la naturaleza, y de que por tanto

         toda obra creativa es una representación de un aspecto de la

         realidad)  y  por  la  supuesta  supremacía  artística  de  la


         tragedia  sobre  la  comedia  (El  nombre  de  la  rosa  de  Eco  lo

         explica a la perfección).



                Así,  en  un  panorama  intelectual  donde  la  ficción  se

         entendía             como            imitación,             la       ficción           equivalía


         necesariamente  a  simulación,  fingimiento,  engaño  y,  en

         resumidas cuentas, a mentira. Es más que sabido que Platón

         arrojó de su ciudad a los poetas dramáticos y épicos porque

         al narrar fingiendo imitar otras voces (las de sus personajes)


         hacían  que  el  espectador  se  identificara  con  acciones

         esencialmente falsas. Y esta visión desconfiada con respecto

         a la ficción pasó luego en herencia a todos los padres de la

         filosofía desde san Agustín a Rousseau, quienes sin negar


         por completo la posibilidad reveladora del arte, en general

         entendían  los  alardes  de  imaginación  como  un  evidente

         engaño.



                Para  paliar  tan  mala  fama,  durante  siglos  los  poetas


         excusaron  una  y  otra  vez  los  peligrosos  desvaríos  de  su

         pluma  en  la  utilidad  del  arte  imitativo  para  enseñar  de
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