Page 106 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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esa palabra Nomad extendiéndose por su distorsionada
frente. Foyle se puso en pie.
—¡Mentirosos! —gruñó—. Soy real, yo. Esto de aquí es
mentira. Lo que me pasó es real. Yo soy real, yo.
Saúl Dagenham entró en el laboratorio.
—De acuerdo —dijo—. Fin. Tampoco ha funcionado.
La atareada escena del laboratorio, oficina y estudio
terminó. Los actores desaparecieron silenciosamente, sin
volverse a mirar a Foyle. Dagenham le dedicó una de sus
macabras sonrisas.
—¿Duro, eh? Es usted realmente único. Mi nombre es Saúl
Dagenham. Tenemos cinco minutos para charlar. Venga al
jardín.
El jardín sedante situado en lo alto del edificio de Terapia
era un triunfo de la planificación terapéutica. Cada
perspectiva, cada color, cada contorno, había sido diseñado
para aplacar la hostilidad, para borrar la resistencia, fundir
la ira, evaporar la histeria, absorber la melancolía y la
depresión.
—Siéntese —dijo Dagenham, señalando un banco situado
junto a un estanque en el que cantaban las cristalinas
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