Page 444 - Hijos del dios binario - David B Gil
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—En Tokio. ¿Tú conoces Tokio?


                  Lara negó efusivamente con la cabeza.


                  —Te  encantará,  ma  chérie.  En  esa  ciudad  es


           imposible aburrirse.









                  Alicia  observó  desde  la  terminal  de  vuelos


           privados  cómo  despegaba  el  pequeño  McDonnell


           Douglas  con  matrícula  LN‐INAC4, hasta perderse


           más allá de las nubes que velaban un firmamento


           sin estrellas. Por segunda vez aquel día la invadió



           una  sensación  de  irrealidad,  como  si  fuera  la


           inerme espectadora de un mal sueño.


                  Hundió  las  manos  en  el  elegante  abrigo  largo


           que, como toda la ropa que llevaba ahora encima,


           pertenecía  a  Silvia.  Quizás  el  único  consuelo  de


           aquella  noche,  se  dijo  con  un  suspiro,  era  que  le


           sentaba bien la ropa de una mujer siete años más


           joven que ella.


                  —Estarán bien —afirmó una voz a su espalda.



                  Daniel  Adelbert  volvía  de  la  cafetería  con  dos


           vasos de papel humeantes. Le ofreció uno y ella lo


           recogió con manos cansadas.


                  —¿Cuándo podré hablar con ellos?


                  —No  se  preocupe.  Le  encontraré  un  móvil


           seguro  y  podrá  contactar  con  su  hija  cuando  le




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