Page 44 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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mujeres, en su mayoría esposas de ingenieros, e
incluso una o dos Accionistas con nivel de baronía.
Hackworth encontró un sendero escondido que
serpenteaba por entre los árboles por un lado de la
colina y que llegaba hasta un pequeño bosquecillo
alrededor de un estanque de agua clara y fresca: la
probó para asegurarse. Se quedó allí un rato,
mirando la isla encantada, preguntándose qué
estaría haciendo Piona. Eso le llevó a soñar des‐
pierto: quizá, milagrosamente, se había
encontrado con la princesa Charlotte, se había
hecho amiga suya, y ahora mismo estaba explo‐
rando alguna maravilla con ella. Ello le condujo a
un largo ensueño que se vio interrumpido cuando
se dio cuenta de que alguien le estaba recitando
poesía.
¡Dónde estaríamos, nosotros dos, querido
Amigo!
Si en la estación de las elecciones fáciles,
en lugar de vagar, como hicimos, por valles
repletos de flora, tierra abierta
a la Imaginación, pastos felices recorridos a
voluntad,
nos hubiesen seguido, vigilado cada hora y
controlado,
cada uno en su camino melancólico
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