Page 14 - El Jugador - Iain M. Banks
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gentío y parecieron convertirse en hebras de aire, fibras
que se iban separando de la cuerda que habían formado
envueltas en un color y una presencia distintas para cada
una. Las fibras sufrieron una nueva transformación y
Gurgeh pensó en paquetitos de tierra. Algo que
desmenuzar entre sus dedos; algo que absorber e
identificar...
Ahí. Ése era el olor rojo y negro de la carne asada que
aceleraba el pulso y estimulaba las glándulas salivares;
tentador y vagamente desagradable al mismo tiempo
según las partes de su cerebro que lo evaluaran. La raíz
animal olisqueaba el combustible de un alimento rico en
proteínas; el tronco y la parte media del cerebro captaban
la presencia de células muertas e incineradas, y el dosel
de la parte delantera del cerebro ignoraba ambas señales
porque sabía que su estómago estaba lleno y la carne
asada había salido de los tanques de cultivo.
También podía detectar la presencia del mar; un olor
a sal que había recorrido diez kilómetros o más por
encima de la llanura y las marismas, otra conexión de
hebras parecida a la telaraña y la red de ríos y canales que
unían la masa oscura del lago al incansable fluir del
océano que se extendía más allá de los pastizales y los
bosques perfumados por la resina.
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