Page 606 - Hijos del dios binario - David B Gil
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Interludio


            Un juramento de amor y odio









                  Nicholas  corría  bajo  una  llovizna  fría  que  se


           mezclaba  con  su  sudor.  Las  sucesivas  cortinas  de


           agua  arrastradas  por  el  viento  le  empapaban  el


           rostro,  pero  aquello,  lejos  de  estorbarle,  le  hacía


           sonreír. Esa tarde, sin embargo, no corría solo para


           evadirse, sino que avanzaba hacia un destino, y la


           lluvia en sus labios le permitía anticipar el sabor de



           la libertad.


                  Continuó  hacia  la  zona  más  boscosa  de  los


           terrenos  intramuros  hasta  desaparecer  en  la


           espesura, allí donde las ramas se entrelazaban con


           tal rabia que era imposible discernir el principio y


           el fin de las arterias leñosas. Al amparo de aquella


           bóveda, Nicholas se echó hacia atrás la capucha y


           aminoró  la  marcha  hasta  un  paso  largo.  Allí  la


           techumbre  de  hojarasca  tamizaba  la  lluvia,  y  las



           gotas  caían  dispares  y  desacompasadas  a  su


           alrededor.


                  Eugene  aguardaba  sentado  junto  al  grueso


           tronco  de  un  tilo,  sujetando  contra  el  vientre  una


           rama  limpia  de  corteza  a  la  que  daba  forma  con


           una piedra afilada.




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