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Los sin nombre: 23 Ramsey Campbell
que apenas era capaz de esquivar. Pero estaba ganando
terreno, por muy ronca que fuera su respiración.
De repente, la mujer corrió hacia la carretera e,
instantes después, accedió a una calle lateral que estaba
inundada de luz anaranjada. Barbara la siguió
jadeante, pero resbaló sobre la hierba de un prado que
olía a siega. Ted, que venía corriendo por Broomielaw,
llegó a la calle lateral a la vez que Barbara.
No tenían tiempo para respirar ni para hablar.
Corrieron a lo largo de la calle desierta, bajo ventanas
oscurecidas por la luz. Ted podía oír en su respiración
el esfuerzo que estaba realizando. Ni Barbara ni él
estaban en forma, pero la mujer a la que perseguían
parecía estar mucho peor, pues antes de que girara a la
izquierda habían acortado en gran medida las
distancias.
Cuando Barbara llegó a la esquina vio que la estación
se alzaba ante ella. Sus grandes ventanales arqueados
brillaban como los de una catedral. La mujer estaba
corriendo bajo el ancho puente que conducía las vías
hacia Broomielaw, cruzando las alfombras de luz que
se extendían ante una docena de tiendas. Cuando pasó
por delante de una cola de autobús, las personas que
esperaban en ella giraron sus cabezas para mirarla.
Barbara sintió deseos de gritarles que la detuvieran,
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