Page 117 - iIndependencia 1849-1856.
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La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia	  117

pugnas no sólo entre las potencias mediadoras, sino entre
sus propios representantes. Cuando se ha evidenciado que
las cancillerías estaban de acuerdo en que los haitianos
debían reconocer la independencia total de la República
Dominicana, sus representantes locales, se contradecían y
aducían favoritismos de unos y otros con las partes conten-
dientes. Por supuesto, esas maniobras y acusaciones, tendrían
un grave efecto ante las autoridades dominicanas, quienes
no sabrían en quién creer y confiar. Mientras recibían de los
cónsules locales las seguridades de que ellos apoyan la inde-
pendencia dominicana, les llegaban noticias o por lo menos
insinuaciones y acusaciones de que no era así, y de que uno
de ellos estaba coligado con Haití y apoyaba la independencia
restringida que los haitianos habían ofrecido. Estas vacilacio-
nes y contradicciones probablemente alentaban a Soulouque,
a continuar con sus exigencias y a mantener su ejército en
posición de ataque.

    Pocos días después de la misiva anterior, el mismo Cónsul
francés, continuaba con su diatriba contra los ingleses, cuando
avisaba a su Gobierno, el 26 de mayo de 1850 lo siguiente:

                 El Sr. Cónsul de S. M. B. acaba de recibir la respuesta de
            Lord Palmerston respecto a la solicitud de mediación. Sir Robert
            Schomburgk dominado por su idea fija de destruir la influencia
            francesa, no ha tardado en dar a esta simple comunicación toda la
            resonancia posible. Proclama públicamente que Inglaterra había
            sido la primera en aceptar, sin dudar ni un momento, la solicitud
            de mediación, como primero había sido también ella en reconocer la
            independencia. Han ido más lejos, dicen, contrario a los documen-
            tos oficiales y a la verdad, que Inglaterra había puesto a Francia
            en la disyuntiva de que o aceptaba la mediación colectiva, o se
            resignaba a verla intervenir sola.36
    	

36	 E. Rodríguez Demorizi, Correspondencia del cónsul, tomo II, p. 343.
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