Page 34 - (Desolación)
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Y en esta tarde lenta como una hebra de llanto     5
                                               por la alameda de oro y de rojez yo siento
                                               un Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto
                                               ¡y lo conozco triste, lleno de desaliento!

                                                  Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerte
                                               Señor, al que cantara de su fuerza embriagada,      10
                                               no existe, y que mi Padre que las mañanas vierte
                                               tiene la mano laxa, la mejilla cansada.

                                                  Se oye en su corazón un rumor de alameda

                                               de otoño: el desgajarse de la suma tristeza;
                                               su mirada hacia mí como lágrima rueda               15
                                               y esa mirada mustia me inclina la cabeza.

                                                  Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente,
                                               plegaria que del polvo del mundo no ha subido:
                                               «Padre, nada te pido, pues te miro a la frente
                                               y eres inmenso ¡inmenso!, pero te hallas herido».   20 [60]





                                                Teresa Prats de Sarratea


                                                  Y ella no está y por más que hay sol y primaveras
                                               es la verdad que soy más pobre que mendiga.
                                               Aunque en Febrero esponjándose las parvas en las
                                               eras,

                                               el sol es menos sol y menos luz la espiga.

                                                  Era la mansa, la silenciosa, la escondida,         5
                                               y de la carne sólo llevaba la apariencia;
                                               pero cuando ella hablaba se hacía honda la vida
                                               y el saberla en el mundo limpiaba la existencia.

                                                  Tenía aquellos ojos enormes que turbaran
                                               como dos brechas trágicas del infinito. Pienso      10
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