Page 19 - Gabriel García Márquez - Crónica de una muerte anunciada
P. 19
Crónica de una muerte anunciada
Gabriel García Márquez
que yo no quería ser bendecida por un hombre que sólo cortaba las crestas para la sopa
y botaba en la basura el resto del gallo.» Sin embargo, aun sin la bendición del obispo,
la fiesta adquirió una fuerza propia tan difícil de amaestrar, que al mismo Bayardo San
Román se le salió de las manos y terminó por ser un acontecimiento público.
El general Petronio San Román y su familia vinieron esta vez en el buque de
ceremonias del Congreso Nacional, que permaneció atracado en el muelle hasta el
término de la fiesta, y con ellos vinieron muchas gentes ilustres que sin embargo
pasaron inadvertidas en el tumulto de caras nuevas. Trajeron tantos regalos, que fue
preciso restaurar el local olvidado de la primera planta eléctrica para exhibir los más
admirables, y el resto los llevaron de una vez a la antigua casa del viudo de Mus que ya
estaba dispuesta para recibir a los recién casados. Al novio le regalaron un automóvil
convertible con su nombre grabado en letras góticas bajo el escudo de la fábrica. A la
novia le regalaron un estuche de cubiertos de oro puro para veinticuatro invitados.
Trajeron además un espectáculo de bailarines, y dos orquestas de valses que
desentonaron con las bandas locales, y con las muchas papayeras y grupos de
acordeones que venían alborotados por la bulla de la parranda.
La familia Vicario vivía en una casa modesta, con paredes de ladrillos y un, techo de
palma rematado por dos buhardas donde se metían a empollar las golondrinas en enero.
Tenía en el frente una terraza ocupada casi por completo con macetas de flores, y un
patio grande con gallinas sueltas y árboles frutales. En el fondo del patio, los gemelos
tenían un criadero de cerdos, con su piedra de sacrificios y su mesa de destazar, que fue
una buena fuente de recursos domésticos desde que a Poncio Vicario se le acabó la
vista. El negocio lo había empezado Pedro Vicario, pero cuando éste se fue al servicio
militar, su hermano gemelo aprendió también el oficio de matarife.
El interior de la casa alcanzaba apenas para vivir. Por eso las hermanas mayores
trataron de pedir una casa prestada cuando se dieron cuenta del tamaño de la fiesta.
«Imagínate -me dijo Ángela Vicario-: habían pensado en la casa de Plácida Linero, pero
por fortuna mis padres se emperraron con el tema de siempre de que nuestras hijas se
casan en nuestro chiquero, o no se casan.» Así que pintaron la casa de su color amarillo
original, enderezaron las puertas y compusieron los pisos, y la dejaron tan digna como
fue posible para una boda de tanto estruendo. Los gemelos se llevaron los cerdos para
otra parte y sanearon la porqueriza con cal viva, pero aun así se vio que iba a faltar
espacio. Al final, por diligencias de Bayardo San. Román, tumbaron las cercas del patio,
pidieron prestadas para bailar las casas contiguas, y pusieron mesones de carpinteros
para sentarse a comer bajo la fronda de los tamarindos.
El único sobresalto imprevisto lo causó el novio en la mañana de la boda, pues llegó a
buscar a Ángela Vicario con dos horas de retraso, y ella se había negado a vestirse de
novia mientras no lo viera en la casa. «Imagínate -me dijo-: hasta me hubiera alegrado
de que no llegara, pero nunca que me dejara vestida.» Su cautela pareció natural,
porque no había un percance público más vergonzoso para una mujer que quedarse
plantada con el vestido de novia. En cambio, el hecho de que Ángela Vicario se atreviera
a ponerse el velo y los azahares sin ser virgen, había de ser interpretado después como
una profanación de los símbolos de la pureza. Mi madre fue la única que apreció como
un acto de valor el que hubiera jugado sus cartas marcadas hasta las últimas
consecuencias. «En aquel tiempo -me explicó-, Dios entendía esas cosas.» Por el
contrario, nadie ha sabido todavía con qué cartas jugó Bayardo San Román. Desde que
apareció por fin de levita y chistera, hasta que se fugó del baile con la criatura de sus
tormentos, fue la imagen perfecta del novio feliz.
19

