Page 14 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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incluso cuando los derribaba en la calle, y después de hoy
nadie se volvería a meter con él nunca más.
Bud había terminado, sorprendentemente sin un
arañazo, su último trabajo —cebo— con unos mil yuks
en el bolsillo. Se había gastado un tercio en ropas nuevas,
en su mayoría cuero negro, otro tercio en los patines, y
estaba a punto de gastarse el tercio final en la modería.
Por supuesto, podían conseguirse pistolas craneales
mucho más baratas, pero significaría atravesar la
Altavía hasta Shanghai y comprar un trabajo
clandestino a algún costero, pero probablemente sacar
también una bonita infección de hueso del negocio, y
posiblemente le robaría mientras le tuviese agarrado.
Además, sólo podías ir a Shanghai si eras virgen. Para
cruzar la Altavía cuando ya llevabas una pistola craneal,
como Bud, habría que sobornar a la mitad de los policías
de Shanghai. No había razón para economizar. Bud tenía
una gran e ilimitada carrera ante él, trepando por la
jerarquía de unas ocupaciones peligrosas relacionadas
con las drogas para las que un cebo servía como audiencia
pagada. Un sistema de defensa era una sabia inversión.
Las malditas campanas seguían sonando a través de la
niebla. Bud murmuró una orden al sistema musical, un
sistema acústico desperdigado en ambos oídos como las
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