Page 191 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Recordando que el pequeño micrófono aún no estaba co‐
nectado, tosió ligeramente mientras contemplaba la pe‐
queña ventana de cristal y al hombre que estaba detrás de
ella.
Iba a hablar a la mayor audiencia que nunca oyera la voz
de un solo hombre. Excepto unos cuantos salvajes y los ni‐
ños demasiado pequeños para hablar o comprender, casi
todos los seres humanos de la Tierra le escuchaban, ya
fuese directamente o a través de un traductor.
Aunque apresurados, los preparativos habían sido com‐
pletos. Todos los gobiernos de la Tierra habían cooperado,
y todas las emisoras del mundo recogerían su discurso
para retransmitirlo de inmediato, al igual que todos los
barcos que surcaban los mares.
Debía recordar la necesidad de hablar con lentitud y de
hacer una pausa al final de cada frase, para que miles de
traductores que debían transmitir la emisión en los países
de habla extranjera pudieran seguir su discurso.
Incluso las tribus de los países más primitivos podrían
oírle; se habían hecho todos los preparativos posibles para
que los nativos oyeran las traducciones locales cerca de los
aparatos receptores. En las naciones civilizadas todas las
fábricas y oficinas que no habían cerrado a causa de la de‐
presión interrumpirían el trabajo para que los empleados
se reunieran alrededor de las radios y los altavoces públi‐
cos; las personas que se hallaban en sus casas y no tenían
radio, debían acudir a las casas de los vecinos que las tu‐
vieran.
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