Page 1061 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Por toda Nueva Crobuzon, más de novecientos de

            los mejores comunicadores y taumaturgos de la ciudad


            se  detuvieron  y  se  volvieron  repentinamente  en

            dirección al Cuervo, los rostros arrugados de confusión

            y nebulosa alarma. Los más sensitivos se llevaron las


            manos a la cabeza y gimieron con inexplicable dolor.

                Doscientos  siete  de  ellos  empezaron  a  farfullar  un


            galimatías  compuesto  de  códigos  numerológicos  y

            poesía exuberante. Ciento cincuenta y cinco sufrieron

            hemorragias  nasales  masivas,  dos  de  las  cuales,


            imposibles de contener, acabarían por resultar fatales.

                Once, que trabajaban para el gobierno, arañaron las


            mesas de sus talleres en lo alto de la Espiga y corrieron,

            mientras trataban en vano de contener con pañuelos y

            papeles el fluido sanguinolento que se derramaba por


            sus  narices  y  orejas,  hacia  la  oficina  de  Eliza  Stem‐

            Fulcher.

                — ¡La estación de la calle Perdido! —fue todo lo que


            pudieron  decir.  Lo  repitieron  como  idiotas  durante

            varios minutos a la secretaria de Interior y al alcalde,

            que se encontraba con ella, mientras los sacudían con


            frustración,  los  labios  temblando  en  busca  de  otros

            sonidos, y manchaban de sangre los inmaculados trajes


            a medida de sus jefes.

                — ¡La estación de la calle Perdido!




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