Page 433 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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delicados la llave en la cerradura del candado que lo

            constreñía.

                Necesitó de cuatro intentos (sus dedos aferraban un


            objeto  desconocido  y  lo  retorcían  desde  un  ángulo

            extraño), pero logró liberarse. Se volvió hacia cada uno

            de sus compañeros y repitió el lento proceso, hasta que


            todos los cautivos fueron liberados.

                Uno  tras  otro,  se  acercaron  a  la  ventana  rota.  Se


            detuvieron y apoyaron sus músculos atrofiados contra

            el ladrillo, desplegaron las enormes alas y se lanzaron

            fuera, alejándose del enfermizo y seco éter que parecía


            rezumar  de  las  Costillas.  El  último  en  partir  fue  el

            recién llegado.


                Voló detrás de sus camaradas, que, aun exhaustos y

            torturados,  eran  más  rápidos  de  lo  que  él  podía

            permitirse.  Esperaban  trazando  círculos,  cientos  de


            metros  más  arriba,  extendiendo  su  consciencia,

            flotando sobre los sentidos e impresiones que brotaban

            a su alrededor.


                Cuando  el  humilde  liberador  los  alcanzó,  se

            separaron  un  poco  para  hacerle  un  hueco.  Volaron

            juntos, compartiendo lo que sentían, lamiendo el aire


            lascivos.

                Vagaron como había hecho el primero, hacia el norte,


            hacia  la  estación  de  la  calle  Perdido.  Rotaban

            lentamente,  cinco  como  las  cinco  líneas  férreas  de  la




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