Page 833 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Crobuzon viven en Ecomir, pero aquí está ella, a casi cinco

            kilómetros río arriba, despertando al gran Pescador Diurno

            con su música exquisita.


                Toca para mí durante unos instantes más, antes de que el

            ruido de la mañana se lleve su música y me deje en el puente,

            escuchando el tronar de las bocinas y los silbatos del tren.


                Aquel sonido de muy lejos prosigue, pero no puedo oírlo.

            Los ruidos de Nueva Crobuzon atestan mis oídos. Los sigo,


            les doy la bienvenida. Dejo que me rodeen. Me sumergiré en

            la tórrida vida urbana. Bajo los arcos y sobre las piedras, a

            través  del  ralo  bosque  de  huesos  de  las  Costillas,  en  las


            madrigueras de ladrillo de Malado y la Perrera, a través de

            la  floreciente  industria  de  Gran  Aduja.  Como  Lemuel


            olfateando en busca de contactos, reharé todos los pasos que

            he dado. Y aquí y allí, espero, entre las espiras y la atestada

            arquitectura,  tocaré  a  los  inmigrantes,  los  refugiados,  los


            forasteros que rehacen Nuevo Crobuzon día tras día. Este

            lugar y su cultura bastarda. Esta ciudad mestiza.

                Oiré  los  sonidos  del  violín  de  Perrick,  o  el  réquiem  de


            Gnurr  Kett,  o  un  acertijo  de  piedras  de  Chet,  u  oleré  las

            gachas de cabra que comen en Neovadan o veré un umbral

            pintado  con  los  símbolos  de  un  capitán  del  Mar  de


            Telarañas...  muy,  muy  lejos  de  sus  hogares.  Sin  hogar.

            Hogar.


                Toda Nueva Crobuzon estará a mi alrededor, filtrándose

            por mi piel.




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