Page 737 - Kraken - China Mieville
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consternación, pero no dijo nada más—. Tenemos


             que tentarles con lo que quieren, con lo que están



             esperando.  ¿Qué  puede  obligarlos  a  salir?  Bien,


             ¿qué es lo que obliga a todo el mundo a salir?




                    Se quedó esperando, en una teatral pausa.




                    Collingswood, con ánimo tentativo, dijo:



                    —Ah. El apocalipsis.




                    —Ahí              estamos              —dijo             Vardy—.                Están



             esperando el apocalipsis. Pues vamos a dárselo.



                    En Londres, Herejiópolis, eso era siempre una



             lotería. Cada pocos días o noches se predecía algún


             que otro ocaso de todas las cosas. La mayoría se


             quedaban  en  nada,  dejando  a  los  profetas


             pertinentes  encogidos,  por  un  bochorno  sin


             parangón, con la salida del sol. Era una vergüenza


             muy  particular  la  de  los  ahora  exfieles,  que  se


             esquivaban  mutuamente  la  mirada  tras  el



             inesperado resultado de sus actos supuestamente


             definitivos: crímenes, confesiones, corrupciones y


             desenfreno.




                    Los  creyentes  trataban  de  convencer  al


             universo  para  que  le  diera  un  empujoncito  a  su


             versión.  Incluso  los  pequeños  grupúsculos  más


             estrafalarios podían hacer progresos a la hora de



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