Page 710 - Herederos del tiempo - Adrian Tchaikovsky
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La vieja ingeniera dio unos pasos cautelosos
hacia delante, con el bastón resonando sobre el
suelo, y miró la imagen de la cámara de los
drones que mostraba el planeta amortajado. Sus
ojos, que habían visto transcurrir siglos en una
especie de animación interrumpida, intentaron
captarlo todo. Tenía el aspecto de una mujer que
mirase cara a cara un destino poco prometedor.
—Destruye el satélite —decidió finalmente, en
voz baja—. Lucharemos. Tenéis razón, hay
demasiado en juego. Está en juego todo. Acaba
con él.
Karst dio la orden enérgicamente, como si
temiera que alguien se acobardase o cambiase de
idea. A millones de kilómetros de distancia, en la
dirección del avance inexorable de la Gilgamesh,
los drenes recibieron sus instrucciones. Ya tenían
en sus miras el puño metálico del satélite,
engastado en la vasta tela ecuatorial.
Portaban los mejores láseres que la tribu había
conseguido restaurar, enlazados con los
pequeños reactores de fusión de los vehículos
remotos. Ya se habían aproximado tanto como se
atrevían, esforzándose por alcanzar con tan poco
gasto de energía como fuera posible una órbita
geoestacionaria sobre el satélite atrapado.
Dispararon a la vez, alcanzando el mismo punto
en el casco del satélite. En algún lugar a mucha
distancia, Karst estaría tensándose, pero la
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