Page 712 - Herederos del tiempo - Adrian Tchaikovsky
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órbita de golpe para ser recogido por los brazos
de la gravedad del planeta, trazando una espiral
inerme que lo internaba en la atmósfera, que
atravesó dejando un rastro de fuego, tan solo un
viejo tonel que albergaba un único mono
antiquísimo y marchito, proclamando su último
mensaje para los ojos ansiosos que lo observaban
desde abajo.
7.4
El fin de los tiempos
Observaron cómo atravesaba el cielo en llamas.
Aunque las devotas de la adoración de la
Mensajera prácticamente habían desaparecido en
estos tiempos ilustrados (¿para qué hace falta la
fe cuando había amplias pruebas de la precisa
naturaleza de Dios?), las arañas contemplaron la
estela llameante ya fuera con sus propios ojos o
con los ojos sustitutos de sus sistemas biológicos,
y supieron que algo había desaparecido de su
mundo. La Mensajera había existido desde
siempre. Conservaban el recuerdo de los tiempos
distantes y primitivos cuando aquella luz móvil
en los cielos había sido una brújula y una
inspiración para ellas. Recordaban los días de
gloria del templo, y las primeras comunicaciones
entre Dios y sus fieles. Era algo que había
formado parte de su consciencia cultural desde
los tiempos más remotos; algo que sabían,
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