Page 83 - El Horror De Dunwich - H P Lovecraft
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murmuraron. Después observaron colina abajo. Al


              parecer el horror había bajado por una ruta idéntica


              a la del ascenso. Especular era inútil. La razón, la


              lógica  y  las  ideas  normales  sobre  motivación



              quedaban confundidas. Sólo el viejo Zebulon, que


              no iba con el grupo, podría haberle hecho justicia a


              la situación o sugerido una explicación plausible.




                     La noche del jueves empezó como las otras, pero


              acabó  con  menor  fortuna.  Las  chotacabras  del


              barranco  habían  estado  chillando  con  una


              insistencia tan inusitada que muchos no pudieron


              dormir, y a eso de las tres de la madrugada todos



              los         teléfonos              sonaron               estremecedoramente.


              Quienes  alzaron  el  receptor  escucharon  una  voz


              estragada por el miedo que gritaba: «¡Socorro, oh,


              Dios mío!…». Y algunos creyeron oír un estruendo


              seguido  por  la  interrupción  de  la  voz.  No  hubo


              nada más. Nadie se atrevió a hacer nada, y nadie


              supo hasta la mañana siguiente de dónde provenía


              la  llamada.  Después,  quienes  lo  habían  oído  se


              estuvieron llamando entre ellos y descubrieron que



              sólo los Frye no contestaban. La verdad se conoció


              una hora más tarde, cuando un grupo de hombres


              armados reunidos a toda prisa se dirigió a la granja


              de  los  Frye,  cerca  de  la  boca  del  barranco.  Era








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