Page 286 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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alteración  funcionaba  tan  bien  que  cualquier


              ractor,  hombre  o  mujer,  bajo  o  soprano,  sonaba


              igual al usuario final. Pero un cliente sofisticado


              podía  distinguir  a  los  ractores  por  sutiles


              diferencias  de  estilo,  y  una  vez  que  tenían  una


              relación con un intérprete les gustaba mantenerla.


              Una vez que Miranda le dio al recuadro y firmó,


              obtenía  la  primera  oportunidad  con  todos  los


              trabajos de la Princesa Nell.





                  Semanas  después  enseñaba  a  la  niña  a  leer.


              Trabajaron  con  las  letras  durante  un  tiempo  y


              luego  vagaron  por  más  historias  de  la  Princesa


              Nell,  se  detuvieron  en  medio  para  una


              demostración  rápida  de  las  matemáticas  básicas,


              volvieron a la historia, y luego se perdieron en una


              interminable secuencia de «¿por qué esto?» y «¿por


              qué  aquello?».  Miranda  había  pasado  mucho


              tiempo con ractivos para niños, tanto de niña como


              de institutriz, y la superioridad de aquella cosa era


              evidente: como coger un antiguo tenedor de plata


              cuando  llevabas  veinte  años  comiendo  con


              utensilios de plástico, o meterse dentro de un ves‐


              tido  de  noche  a  medida  cuando  estabas


              acostumbrada a los vaqueros.





                  Esas y otras asociaciones le venían a la mente a


              Miranda en los raros momentos en que entraba en


                                                                                                          286
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