Page 189 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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Jenks se sentía como en casa en las cuevas, y no solo
por las interminables hileras de productos
empaquetados a la perfección y pirateados a mano.
Gran parte de las personas que había aquí eran
modificados de los duros, gente a favor de sustituir
sus propias extremidades por reemplazos sintéticos.
Al caminar por las cuevas se podían ver
exoesqueletos metálicos, turbulentos tatuajes de
nanobots e inquietantes rostros perfectos que
traicionaban la debilidad de su propietario por los
altergenes. Parches faciales, puertos dérmicos,
implantes caseros. Al lado de tales extravagancias, su
corta estatura no era nada remarcable. Era difícil
sentirse raro en un sitio donde todo el mundo era
raro. Aquello lo reconfortaba.
Deambuló por las calles, apuntando mentalmente los
lugares que tendría que visitar más tarde. Jenks era
un veterano de Puerto, y sabía que solo había un lugar
aceptable para comenzar antes de empezar a gastarse
los créditos.
La fachada de la tienda a la que llegó no era tan
elegante como la de otras. Un cartel hecho con el
circuito roto de un tablero colgaba arriba. Las letras se
habían trazado con viejos pedazos de chatarra. «El
Balde Oxidado», decía el cartel, y en letras más
pequeñas: «Canje de Tecnología y Taller de
Reparación», y en otras más pequeñas aún: «Pepper y
Azul, propietarios».
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