Page 46 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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auspiciado. De hecho, Joe lo encontró delicioso, con


            un regusto a ron añejo y mermelada de frambuesa.


            Lo comió solo y lo comió con un par de lonchas de


            jamón embutidas en su interior, pero sobre todo, lo


            comió día y noche durante dos días hasta acabarlo.



            Pero  el  señor  Herron  no  se  había  equivocado  en


            todo: al tercer día regresó con otro paquete, esta vez



            aún más pesado a juzgar por el esfuerzo con que lo


            sacó del coche. Era otro pastel, todavía más grande,


            con  un  delicioso  mensaje  escrito  en  su  superficie


            que decía: AMAMOS A HARPER.



            —¿«Amamos                       a       Harper»?                —preguntó                    Joe,


            divertido.




            —Ya  se  lo  dije  —respondió  Herron—.  Mi  mujer,


            Betsy, se volvió literalmente loca cuando le dije que


            aquí volvía a vivir un Harper. Llamó a sus amigas


            y la noticia se propaga ahora por el valle como un


            puñetero resfriado.



            Joe soltó una carcajada.




            —No puedo creerlo… ¿Le ha dicho que tengo muy


            poco  que  ver  con  aquel  mítico  superhéroe  del


            Klondike?



            Pete Herron se encogió de hombros, arrugando el


            entrecejo.










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