Page 185 - Anatema - Neal Stephenson
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un telescopio, porque veo la ranura para insertar la placa


          fotomnemónica  —dijo,  y  tocó  la  abertura  del  pedestal,

          justo bajo la lente—. Pero no se mueve. ¿Cómo se apunta?

            —No se mueve y no hace falta apuntarlo, porque tiene


          una  lente  de  ojo  de  pez.  Puede  ver  todo  el  cielo.  Lo

          llamamos el Ojo de Clesthyra.

            —Clesthyra… el monstruo de la mitología antigua que


          podía mirar a la vez hacia todas partes.

            —Exacto.

            —¿Para qué sirve? Creía que la finalidad de un telescopio


          era concentrarse en una cosa, no captarlo todo.

            —Se instalaron en los astrohenges de todo el mundo más


          o  menos  en  la  época  del  Gran  Guijarro,  cuando  había

          mucho interés por los asteroides. Tienes razón en que son

          inútiles si quieres concentrarte en algo. Pero van de fábula


          para registrar el movimiento de un objeto rápido por el

          cielo. Como la larga línea de luz que dibuja un meteorito.


          Registrándolas  todas  y  midiéndolas,  podemos  extraer

          conclusiones sobre qué tipos de rocas caen del cielo… de

          dónde vienen, de qué están hechas, qué tamaño tienen.


            Pero,  dado  que  el  Ojo  de  Clesthyra  carecía  de  partes

          móviles,  Cord  dejó  de  prestarle  atención.  Habíamos

          subido  todo  lo  posible  y  alcanzado  los  límites  de  su


          curiosidad cosmográfica. Se sacó el reloj de bolsillo con su

          cadenita ondulante y miró la hora. Le comenté que aquello

          tenía gracia porque estaba en la parte superior de un reloj.


          No le vio la gracia. Me ofrecí a enseñarle a leer la hora



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