Page 158 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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Los ojos de Jisbella destellaron.
—¿Puedes hacerlo sin la droga?
—Yo puedo, cariño, pero Foyle...
—Al infierno con Foyle. Te pagaré cuatro mil. Nada de
drogas, Baker. Deja que Foyle sufra.
—¡Jiz! No sabes en lo que lo vas a meter.
—Lo sé. Deja que sufra —rio tan furiosamente que asustó
a Baker—. Deja que su rostro le haga sufrir también a él.
La fábrica de fenómenos de Baker ocupaba un edificio
redondo de tres pisos que en otro tiempo había sido uno de
los edificios de un ferrocarril suburbano antes de que el
jaunteo terminase con la necesidad del ferrocarril
suburbano. La antigua edificación cubierta de yedra se
alzaba junto a los pozos de cohetes de Trenton, y las
ventanas traseras daban a las bocas de los pozos, y los
pacientes de Baker podían divertirse contemplando cómo
las astronaves subían y bajaban silenciosamente a lo largo
de los haces antigravitatorios, con sus ojos de buey
encendidos, las luces de señales parpadeando y sus cascos
chisporroteando con los fuegos de San Telmo mientras la
atmósfera se llevaba las cargas electrostáticas formadas en
el espacio exterior.
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