Page 99 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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ellas en una representación del Teatro de las Pesadillas que
incluía todos los terrores.
Foyle se despertó jadeando y sudando, y nunca supo que
se había despertado. Estaba en el regazo de una Euménides
con los ojos sangrientos y serpientes por cabellos. Fue
perseguido, atrapado, precipitado desde las alturas,
quemado, azotado, asaetado, cubierto por gusanos,
devorado. Aulló. Corrió. El campo Hobble del Teatro
retuvo sus pasos y los convirtió en la fantasmal lentitud de
las carreras de los sueños. Y por entre la cacofonía de los
aplastamientos, aullidos, lloriqueos y persecuciones que
asaltaba sus oídos, murmuraba el hálito de una voz
persistente:
—¿Dónde está el Nomad, dónde está el Nomad, dónde está
el Nomad, dónde está el Nomad, dónde está el Nomad?
—Vorga —gritaba Foyle—. Vorga. Vorga. Vorga.
En la sala de control, Dagenham maldijo. El jefe de
psiquiatría, manejando los proyectores, contempló el reloj,
—Un minuto y cuarenta y cinco segundos, Saúl. No puede
resistir mucho más.
—Tiene que ceder. Dale el efecto final.
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