Page 264 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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las pasarelas mostrando su edad; vi que la
tela del uniforme se extendía por su vieja
barriga.
Su voz era débil, apenas audible por el ruido
de los motores.
—Buen Dios, eres tú —me dijo—. Estoy
armado hasta los dientes para defenderme
de los alemanes, pero apenas esperaba
volver a encontrarme contigo, después de
aquella última cena del jueves. ¡Y no
precisamente en circunstancias como éstas!
AL acercarse a la luz, tuve mi oportunidad
para llevarme otra sorpresa. Porque, aunque
los ojos estaban apagados, el porte,
encorvado y ya apenas quedaba algún rastro
de rojo en el pelo gris —y aunque la frente
del hombre estaba desfigurada por una
horrible cicatriz, como si la hubiesen
quemado—, aquél era, inconfundible, Filby.
Le dije que estaba condenado.
Filby rió disimuladamente al acercarse.
Agarré su mano —era frágil y tenía
manchas— y pensé que no debía de tener
menos de setenta y cinco años.
—Puedes estarlo. Quizás todos estemos
condenados. Pero aun así, es bueno verte de
nuevo. —Le dirigió a Moses algunas miradas
extrañas: no era sorprendente, pensé.
—Filby, ¡Gran Scott!, estoy lleno de
preguntas.
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