Page 18 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Lo sé, lo sé –respondió él–. Es la eterna recurrencia de la
anécdota. Tienes un caballo voluntarioso, así que espoléale
otro kilómetro. –Pero sonrió mientras decía aquello, y ella
le dio un beso en la frente.
Tak dio un salto en el aire y aterrizó encima de la cama.
–La humanidad se regocija –observó el Buda.
Yama le tendió una bata y Ratri le trajo unas zapatillas.
Recobrarse de la paz que excede de toda comprensión
lleva tiempo. Sam durmió. Mientras dormía, soñó, mien‐
tras soñaba, dijo cosas en voz muy alta, o simplemente
gritó. No tenía apetito, pero Yama había conseguido para
él un cuerpo robusto y en perfecta salud, uno capaz de so‐
portar la conversión psicosomática subsiguiente al retiro
divino.
Pero Sam se quedaba sentado durante una hora entera,
inmóvil, contemplando un guijarro o una semilla o una
hoja. Y en tales ocasiones no podía ser despertado.
Yama vio en aquello un peligro, y habló de ello con Ratri
y Tak.
–No es bueno que se retire del mundo de esta forma,
ahora –dijo–. He hablado con él, pero es como si me diri‐
giera al viento. No puede recuperar lo que ha dejado atrás.
El intento le está costando toda su fuerza.
–Quizá has interpretado mal sus esfuerzos –dijo Tak.
–¿Qué quieres decir?
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