Page 20 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–¿Qué podemos hacer, entonces? –repitió Ratri.


             –Llevarlo a largos paseos por el campo –dijo Yama–. Ali‐

          mentarlo con exquisiteces. Agitar su alma con poesía y can‐

          ciones. Servirle bebidas fuertes, no hay ninguna aquí en el


          monasterio. Vestirle con sedas de brillantes colores. Conse‐

          guirle una cortesana, o tres. Sumergirle nuevamente en la


          vida. Solamente así podremos quizá liberarlo de las cade‐

          nas de Dios. Estúpido de mí de no haberlo visto antes.

             –No te pongas así, dios de la muerte –dijo Tak.


             La llama negra brotó en los ojos de Yama, luego sonrió.

             –Soy pagado en mi propia moneda, pequeño –admitió–

          por los comentarios que, quizá sin pensar, vertí en tus pe‐


          ludas orejas. Pido disculpas, ser‐mono. Eres realmente un

          hombre, y un hombre de ingenio y percepción.


             Tak hizo una inclinación de cabeza.

             Ratri no.

             –Dinos, astuto Tak, porque quizá hemos sido dioses de‐


          masiado tiempo y en consecuencia carecemos del ángulo

          de visión apropiado, ¿cómo debemos actuar en este asunto

          de rehumanizarlo, para que sirva mejor a los fines que per‐


          seguimos?

             Tak desvió ahora su inclinación de cabeza hacia Ratri.

             –Como Yama ha propuesto –declaró–. Hoy, señora, llé‐


          valo a un paseo por las colinas. Mañana, el Señor Yama le

          conducirá hasta el limite del bosque. Al día siguiente yo le


          llevaré por entre los árboles y la hierba, las flores y las en‐

          redaderas. Y veremos. Veremos.

             –Que así sea –dijo Yama, y así fue.




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