Page 67 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–¡Bienvenido, Señor Siddhartha! –exclamó con voz alta, a
fin de que todos los que estaban al alcance de su voz supie‐
ran la identidad de su huésped–. ¡Bienvenido a esta vecin‐
dad predilecta de los ruiseñores y a los perfumados jardi‐
nes y salones de mármol de este humilde establecimiento!
Doy la bienvenida también a tus acompañantes, que han
cabalgado durante tanto tiempo contigo y que sin duda
desearán comer y descansar lo mismo que tu. Dentro ha‐
llarás todas las cosas a tu gusto, espero, como las hallaste
en las muchas ocasiones del pasado en que te dignaste pe‐
netrar en estos salones en compañía de otros pnncipescos
huéspedes y nobles visitantes, demasiado numerosos de
mencionar, tales como...
–¡Y buenas tardes también a ti, Hawkana! –exclamó el
príncipe, porque el día era caluroso y las retahílas de los
posaderos, como los ríos, amenazaban siempre con
anegarlo todo–. Entremos rápidamente al interior de tu es‐
tablecimiento, donde, entre otras virtudes demasiado nu‐
merosas para mencionarlas, hallaremos el frescor.
Hawkana asintió enérgicamente y, tomando la yegua por
la brida, la condujo cruzando el portal hasta el patio, allá
sujetó el estribo mientras el príncipe desmontaba, luego en‐
tregó los caballos a los cuidadores del establo y envió a un
muchachito a limpiar la calle allá donde se habían dete‐
nido.
Dentro de la hostería, los hombres fueron bañados, de pie
en el baño de mármol, mientras los sirvientes echaban agua
sobre sus hombros. Luego se ungieron según la costumbre
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