Page 450 - Hijos del dios binario - David B Gil
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Interludio
El vendedor de seguros
Bastian Knocht escuchaba con los ojos cerrados
el opus 28 de Chopin. En aquel momento, el
Preludio número 5 en do mayor hacía vibrar la
soledad de la habitación. La lluvia repiqueteaba
contra el cristal y acompañaba la pieza con una
suave percusión que subrayaba la melancolía de la
partitura.
No era melancolía, sin embargo, lo que aquellos
acordes despertaban en Bastian, pues los paisajes
emocionales le resultaban ajenos y remotos. Lo que
él buscaba en el piano de Chopin era su exquisita
cadencia, saborear la armonía subyacente, aquel
pulso ordenado, sujeto a la ecuación del intelecto.
Había en cada nota una lógica aplastante con la que
él podía comulgar y que le desvelaba que siglos
atrás hubo alguien que concebía el mundo como él
lo hacía ahora.
El timbre del teléfono acalló la voz del piano,
quebrando por completo el momento. Aquel
teléfono rara vez sonaba, pero cuando lo hacía, la
llamada debía ser atendida sin demora. Bastian se
levantó del butacón y tomó el viejo auricular de
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