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Música y Educación Núm. 90 Año XXV, 2 Junio 2012

In memoriam Conchita Sanuy

Beatriz Ojeda1

Ha muerto una Profesora y unaAmiga. Fue el pasado
    1 de febrero, víspera de la Candelaria, fiesta de la
luz, tan importante para ella. En su casa, hasta esa fecha
no se guardaba el Nacimiento. Año tras año, en torno a
esos días, se reunía con sus compañeras del Colegio
“Santa Sofía” para compartir celebración.

  A lo largo de su vida, Conchita iluminó su propio
camino y el de muchos que hemos tenido la suerte de
cruzarnos en él.

  ¿Era Conchita profesora de música, lo era de baile,
de psicomotricidad, de lengua, de educación especial?
Conchita era, ante todo, profesora, educadora. Antes
que transmisora de conocimientos, era buscadora, po-
tenciadora y, sobre todo, descubridora de las capacida-
des de sus alumnos. Los que hemos trabajado con ella lo sabemos. ¡Qué gusto escuchar
que el ritmo está dentro de nosotros y, como el ritmo, tantas otras cosas!Todos podríamos
señalar aspectos positivos que permanecían ocultos y que ella ayudó a que aflorasen.

  Conchita ha trabajado sin límite. Desde su lejana academia de baile en Lérida hasta su
última actividad con un grupo de mayores, el grupo “Ilusión” –en su parroquia de
Madrid–, pasando por los distintos colegios, cursos de formación, escuela de magisterio,
editoriales, su queridísimo “Al Escondite...”. Niños, padres, alumnos, futuros profesores,
compañeros, podemos resaltar alguna faceta de su personalidad, tan plural y versátil.
Creativa, alegre, enérgica, cariñosa, sensible, rigurosa, enamorada de su profesión y de
los niños. Conchita no escondía la realidad a padres, alumnos ni a amigos, pero siempre
dejaba una puerta abierta a la esperanza. Conchita transmitía dignidad, sabía dar valor
a todo su quehacer, de una manera sencilla.

  Algunos compañeros del Colegio “Ágora” queremos rescatar su faceta de “Maga”. Tras
su entrada en el aula de Dinámica se hacía el silencio. Los más pequeños la miraban
sentados en sus cubos de madera. Ella les hablaba muy bajito y movía las manos como si
bailara. Los niños la imitaban; se ponían de pie y la seguían como al flautista del cuento.
Saltaban, corrían, cantaban, jugaban con el silencio. Es verdad que Conchita era movi-
miento, pero con aquellos niños era manos y voz. Suave, afable, dulce, cantarina... En el
jardín, por la escalera, en el comedor, cuando se encontraban con ella, pequeños, menos
pequeños y mayores, todos: “¡Hola Conchita!, ¡hola Conchita!, ¡hola Conchita!”. Para
ella, todos los niños eran únicos y ellos lo notaban.

1. Beatriz Ojeda, amiga de Conchita Sanuy –que nació en Lérida el 17 de junio de 1927 y murió en Madrid el
pasado 1 de febrero– es licencida en Filosofía y Letras y fue durante años directora del Colegio “Ágora” (Madrid).

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