Page 9 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
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El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm




                  HARPAGÓN. Eso me arreglaría, en verdad.


                  ELISA. Sois...

                  HARPAGÓN. Y no me quejaría, como ahora, de que los tiempos son míseros.

                  CLEANTO. ¡Dios mío! ¡Padre, no tenéis motivos para quejaros, y ya se sabe que poseéis
                  bastante caudal!

                  HARPAGÓN. ¡Cómo! ¿Que tengo bastante caudal? Quienes lo digan mienten. No hay
                  nada más falso, y son unos bribones los que hacen correr todos esos rumores.

                  ELISA. No os encolericéis.


                  HARPAGÓN. Es singular que mis propios hijos me traicionen y se conviertan en
                  enemigos míos.


                  CLEANTO. ¿Es ser enemigo vuestro el decir que tenéis caudal?

                  HARPAGÓN. Sí. Tales discursos y los gastos que hacéis serán la causa de que uno de
                  estos días vengan a mi casa a cortarme el cuello, con la idea de que estoy forrado de
                  doblones.


                  CLEANTO. ¿Qué gran gasto hago yo?

                  HARPAGÓN. ¿Cuál? ¿Hay nada más escandaloso que ese suntuoso boato que paseáis
                  por la ciudad? Reñía ayer a vuestra hermana; mas hay algo peor. Esto sí que clama al
                  Cielo; y si se os despojase desde los pies a la cabeza, habría con ello para constituir una
                  buena renta. Ya os he dicho veinte veces, hijo mío, que todas vuestras maneras me
                  desagradan grandemente; sentís una afición desmedida a echároslas de marqués, y para ir
                  vestido así, preciso es que me robéis.

                  CLEANTO. ¡Eh! ¿Y cómo robaros?

                  HARPAGÓN. ¡Y qué sé yo! ¿De dónde sacáis para sostener el vestuario que lleváis?


                  CLEANTO. ¿Yo, padre mío? Es que juego, y, como soy muy afortunado, gasto en mí
                  todo el dinero que gano.

                  HARPAGÓN. Muy mal hecho. Si sois afortunado en el juego, deberíais sacar provecho
                  de ello y colocar a un interés decente el dinero que ganáis, a fin de encontrároslo algún
                  día. Quisiera yo saber, para no referirme a lo demás, de qué sirven todas esas cintas con
                  que vais cubierto de pies a cabeza y si media docena de agujetas no bastan para sostener
                  unas calzas. ¿Es muy necesario gastar dinero en pelucas cuando pueden llevarse cabellos
                  propios que no cuestan nada? Apostaría a que en pelucas y cintas hay, por lo menos,
                  veinte pistolas, y veinte pistolas rentan al año dieciocho libras, seis sueldos y ocho
                  denarios con sólo colocarlas al doce por ciento.

                  CLEANTO. Tenéis razón.


                  HARPAGÓN. Dejemos eso y hablemos de otra cosa. (Sorprendiendo a Cleanto y a
                  Elisa, que se hacen señas.) ¡Eh! (Bajo, aparte.) Me parece que se hacen señas uno a otro
                  para robarme mi bolsa. (Alto.) ¿Qué quieren decir esos gestos?







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