Page 13 - El avaro - Molière - Ciudad Seva
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El avaro - Molière - Ciudad Seva                                       http://www.ciudadseva.com/textos/teatro/moliere/avaro.htm



                  razón, si mi hija o yo.

                  VALERIO. Vos, señor, sin disputa.

                  HARPAGÓN. ¿Sabes de lo que hablamos?


                  VALERIO. No. Mas no podéis equivocaros, y toda la razón será vuestra.

                  HARPAGÓN. Quiero esta noche darle por esposo un hombre tan rico como probo, y la
                  pícara me dice en mis narices que no lo acepta. ¿Qué te parece?

                  VALERIO. ¿Qué me parece?

                  HARPAGÓN. Sí.


                  VALERIO. ¡Vaya, vaya!

                  HARPAGÓN. ¿Cómo?

                  VALERIO. Digo que, en el fondo, soy de vuestro parecer, y es imposible que no tengáis
                  razón. Aunque también no es ella culpable del todo y...

                  HARPAGÓN. ¿Cómo? El señor Anselmo es un partido notable; es un caballero noble,
                  tierno, sentado, probo, muy rico y a quien no le queda ningún hijo de su primer
                  matrimonio. ¿Qué mejor podría ella encontrar?

                  VALERIO. Eso es cierto. Mas ella podría deciros que es precipitar un poco las cosas y
                  que sería necesario cierto tiempo, al menos, para ver si su inclinación puede avenirse
                  con...


                  HARPAGÓN. Es una ocasión que hay que coger por los pelos. Encuentro en esto unas
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                  ventajas que no encontraría por otra parte; y se compromete a tomarla sin dote ...
                  VALERIO. ¿Sin dote?


                  HARPAGÓN. Sí.

                  VALERIO. ¡Ah! Entonces no digo nada. ¿Veis? Ésa es una razón absolutamente
                  convincente; hay que inclinarse ante ello.

                  HARPAGÓN. Es para mí un ahorro considerable.

                  VALERIO. Seguramente; es innegable. Verdad es que vuestra hija puede alegar que el
                  matrimonio es un negocio mucho más importante de lo que puede creerse; que va en él la
                  felicidad o la desdicha para toda la vida, y que un compromiso que ha de durar hasta la
                  muerte no debe efectuarse nunca sino con grandes precauciones.

                  HARPAGÓN. ¡Sin dote!

                  VALERIO. Tenéis razón. Eso lo decide todo, ya se comprende. Hay gentes que podrían
                  deciros que, en tales ocasiones, el amor de una joven es cosa que debe tenerse en cuenta
                  y que esa gran diferencia de edad, de carácter y de sentimientos hace un matrimonio
                  propenso a incidentes muy enojosos.

                  HARPAGÓN. ¡Sin dote!





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