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Crónicas (continuación)


        servé unas extrañas infraestructuras, estimo heredadas de la
        época soviética, que resultaron ser cañerías de gas pintadas
        de amarillo que se extienden por kilómetros y kilómetros, y
        se elevan en cada entrada o calle lateral para volver a bajar,
        y hasta cruzan como un puente de lado a lado de la calzada.
        Todo confabula así para que la experiencia de salir a mane-
        jar en ruta, sume una sobredosis de emoción y aventura.
              El Festival de Fotografía se desarrolló sin problemas,
        gracias al auspicio de la Municipalidad de la ciudad de Ere-
        ván, permitiendo que se cubrieran de fotografías los espa-
        cios públicos, como así también las galerías. Mis fotos fue-
        ron exhibidas en uno de los edificios emblemáticos ubicado
        frente a la Plaza de la República sobre la izquierda del Mu-
        seo  Histórico  Nacional.  Perteneció  a  la  Cancillería  pero
        ahora está desocupado, por lo cual resultó un salón de exhi-
        bición de lujo. Allí estuvo mi obra junto a la de otros artis-
        tas y países, y allí me consagré como “fotógrafo internacio-
        nal”, todavía sin renombre. Antes de partir, le dejé a Miguel   Francia, Egipto, Argentina y España, presentes junto a algunas de mis fotogra-
        el portfolio de fotografías que llevé conmigo, con la idea de   fías, en el salón de exposición frente a la plaza de la República.
        realizar una exposición en la embajada, si se diera la oportu-
        nidad.  La  misma  estuvo  prevista  para  ser  inaugurada  en
        “marzo de 2020”. Sin comentarios.
              Queda para el final, lo que quizás debí haber mencio-
        nado al principio de esta crónica. ¿Cual fue mi reacción al
        llegar a la tierra de mis abuelos, a Haiastán? La verdad es
        que llegué un poco forzado por las circunstancias, con más
        ansiedad de cómo se desarrollaría el festival y mi “agenda”,
        que  por  mis  expectativas  de  visitar  Armenia  por  primera
        vez. Así, los días iniciales transcurrieron con la mayor natu-
        ralidad, como si ya conociera todo lo que veía.
              La conmoción llegaría de la forma más inesperada,
        en las pequeñas cosas, en los gestos mínimos de un viejo
        acordeonista frente a la plaza de la República, o en la sole-
        dad de una cueva con columnas de piedra. Allí, en lugares   Exposición de fotografías del Festival, en la plaza de acceso a la Asamblea
                                                                Nacional.



































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