Page 186 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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pena. Mejor así. Con esta oscuridad que se
derrama sobre el cañón cubriendo el arroyo y
cubriéndonos a nosotros con una mortaja negra.
Sin embargo… No se ha resuelto nada. Nada.
Nada está decidido, nada ha terminado. El Carro
vuelve a su lugar. Solo ha dado una vuelta. Una
vuelta y somos distintos, ya no somos los mismos
de antes. Nunca más. Ni siquiera esas estrellas.
Incluso las estrellas decaen, se desploman, se
unen, se separan. Cierro los ojos. Es lo que hay
dentro de mí. Lo que se mueve en mi interior, lo
que nada en el dolor como un pez ciego que no
se detiene jamás. Es lo que vive, lo que
permanece. Revive, renueva el amor y el dolor. El
amor es el lecho del arroyo y el dolor lo llena. Lo
llena con lágrimas todos los días.
En algún momento de la noche, cuando los
Gemelos están sobre el cañón, me acuerdo del
trineo y del fusil. Qué voy a hacer con él. Noto el
peso de Jasper sobre la rodilla, que he calzado
debajo de él, y pienso: A él no le parecería bien.
¿Qué diría? No diría nada. Nunca abandonó su
puesto, así es como me daría fuerzas. Nunca
abandonamos nuestros puestos, ¿verdad? No es
propio de nosotros.
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