Page 220 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Y cortó. Bangley. Menudo comentario: que te


              diviertas. Y lo decía en serio, el muy cabrón, hay


              que          joderse.             Pero           surtió          efecto:            estaba


              impaciente.  Equilibré  el  fusil  sobre  la  piel  del


              ciervo, saqué la Glock de la pistolera del cinturón


              y la amartillé, la dejé sobre la piel, a la derecha. A


              medio metro de mí. De una sacudida saqué de la


              caja  los  estuches  de  plástico  rojo  y  extraje  las



              balas  alineándolas  sobre  la  piel  con  la  punta


              hacia delante, a la derecha del fusil, para poder


              cargarlas  con  el  pulgar  sin  tener  que  darles  la


              vuelta. Me temblaban un poco las manos. Solo un


              poco.  Que te diviertas.  Eso  lo  cambió  todo.  No


              tienes absolutamente nada que perder, Hig. Eso


              fue lo que me dije, así que diviértete. El corazón



              se  me  salía  del  pecho,  pero  era  por  ese


              sentimiento  ansioso,  casi  de  felicidad,  que


              recordaba  de  cuando  jugaba  al  fútbol  en  el


              instituto.  Yo  era  portero:  la  última  defensa,  el


              último recurso, el depositario final de la confianza


              del equipo. Y así era como me sentía de nuevo.


              Si fallas, más vale que te trague la tierra. Pero en


              cuanto  empezaba  la  cosa  actuabas  casi  sin


              pensar  y  la  alegría  se  imponía  al  miedo.








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