Page 382 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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En fin… Entonces se me encendió la bombilla.


              Hig,  has  tenido  lo  que  antes  se  llamaba  una


              revelación. En la época en que el descubrimiento


              de  algo,  una  nueva  relación  entre  ideas,  valía


              más que el oro. ¡Eureka!




                     Cogeré la hoja de peso y balance, el lápiz y la


              ficha          de         cálculo,             el        frágil         manual               de


              funcionamiento  con  su  cubierta  arrancada  y  sus


              incuestionables  tablas  y  haré  números  como  si



              fuera  la  primera  vez,  para  que  todo  el  mundo


              saque sus propias conclusiones.




                     Cima estaba comiendo a la sombra, sentada a


              la mesa. Una jarra de leche fresca, carne salada,


              ensalada  de  quínoa,  lechuga  nueva  y  cebolleta.


              Me  senté.  El  Abuelo  me  observaba.  Mascaba


              tabaco  sin  quitarme  ojo.  Ella  comía.  Ese  día  se


              movía  con  más soltura,  más  ligera.  Parecía  que


              los cardenales iban desapareciendo y que estaba



              de  mejor  humor.  Comía  despacio,  respiraba  a


              fondo,  como  aspirando  el  aroma  del  arroyo,  de


              cada nueva flor.




                     ¿Puedes?, dijo el viejo al fin. Dejó la taza, se


              limpió la boca con la manga y esperó.




                     No.






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