Page 147 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–¡Querida! ¡Oh, Margie querida!
Y luego la besó. Ella no tuvo tiempo de ver si había algún
marciano dentro de la habitación. Ni tampoco le impor‐
taba, decidió unos minutos más tarde. Después de todo, los
marcianos no eran humanos. Y ella sí.
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Por entonces, mucha gente había decidido que los mar‐
cianos no eran humanos, al darse cuenta de que su presen‐
cia, o la posibilidad de la misma, inhibía el acto de la pro‐
creación.
Durante las primeras semanas tras la llegada de los mar‐
cianos, se empezó a temer que si éstos se quedaban mucho
tiempo la raza humana, al no poder multiplicarse, podía
extinguirse en el plazo de una generación.
Cuando se supo. Y se supo muy pronto, que los marcia‐
nos no sólo veían en la oscuridad sino que además eran ca‐
paces de ver a través de las ropas de cama e incluso de las
paredes, nadie dudó que, durante un tiempo, la vida sexual
de los seres humanos se resentiría enormemente.
Salvo los degenerados y depravados, los seres humanos
estaban acostumbrados a satisfacer sus lícitos y sanos de‐
seos carnales en la intimidad. No podían habituarse a la
idea de ser observados por los marcianos, siendo de todo
punto inútiles las precauciones que pudiesen tomar. Y aún
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