Page 1030 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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caminar y trepar, pero habían dejado la mordaza en su

            lugar para acallar sus sollozos y gemidos.

                El  anciano  avanzaba  tambaleándose,  confuso  y


            miserable  como  un  alma  en  la  antesala  del  Infierno,

            acercándose más y más a su inevitable fin con pasos

            agonizantes.


                Los  cuatro  recorrían  aquel  paisaje  de  tejados  que

            discurría  paralelo  a  la  línea  Dexter.  Pasaron  junto  a


            ellos en ambas direcciones unos trenes de hierro que

            aullaban  y  expulsaban  grandes  bocanadas  de  humo

            mugriento  a  la  luz  menguante.  Continuaron


            lentamente su marcha, hacia la estación que se erguía

            frente a ellos.


                No pasó mucho tiempo antes de que la naturaleza

            del terreno cambiara. Los tejados en ángulo cedieron

            su lugar conforme la masa de la estación se alzaba a su


            alrededor.  Ahora  tenían  que  utilizar  las  manos  para

            avanzar. Se abrieron camino por pequeños caminos de

            hormigón, rodeados por muros cubiertos de ventanas;


            se  agacharon  bajo  enormes  portillas  y  tuvieron  que

            subir cortas escalerillas que serpenteaban entre torres

            achaparradas.  La  maquinaria  oculta  hacía  zumbar  el


            enladrillado. Para ver el tejado de la estación de la calle

            Perdido  ya  no  tenían  que  mirar  hacia  delante,  sino


            hacia arriba. Habían atravesado la nebulosa frontera en

            la  que  terminaban  las  calles  de  casas  adosadas  y




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