Page 1087 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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goteaba. La Tejedora se inclinó hacia delante como un

            niño y palpó el extendido exoesqueleto con un dedo

            vacilante.


                Andrej seguía moviéndose, aunque sus patadas eran

            cada vez más intermitentes y débiles. Las polillas no

            habían  bebido  de  él,  sino  de  la  masiva  riada  de


            pensamientos  que  burbujeaba  desde  su  casco.  Su

            mente todavía operaba, perpleja, aterrada y atrapada


            en el terrible bucle de retroalimentación del motor de

            crisis. Cada vez se movía con más lentitud, y su cuerpo

            se estaba colapsando como consecuencia de la terrible


            tensión. Su boca se abría en bostezos exagerados para

            limpiarse  de  la  espesa  saliva  que  apestaba  a


            podredumbre.

                Directamente  sobre  él,  la  última  de  las  polillas

            describía  una  espiral  sobre  la  fuente  de  energía  que


            brotaba  de  su  casco.  Sus  alas  estaban  inmóviles,

            ladeadas para contener su descenso, mientras se dejaba

            caer  desde  el  cielo  como  una  monstruosa  arma


            homicida  hacia  la  enmarañada  carnicería.  Se

            precipitaba  sobre  la  fuente  del  festín,  un  racimo  de

            patas  y  manos  y  garfios  extendidos  en  frenética


            depredación.

                El teniente de la milicia se alzó treinta centímetros


            sobre el canalón de la cornisa del tejado. Titubeó y gritó

            algo a sus hombres:




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